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Luis Buñuel en Tlalpan: Los Olvidados y el “Solomillo”

Salvador Padilla Aguilar

Luis Buñuel era un cineasta, comparable con los genios del cine universal: Chaplin, Bergman, “Indio” Fernández, Kurosawa, Fellini, Einsestein, etc., todos ellos dioses auténticos en la religión de la cinematografía. El mismo fue uno de esos dioses.

México fue uno de los países donde vivió y obtuvo la inspiración para sus cintas cinematográficas. Los otros dos fueron España, su tierra natal, y Francia. En México produjo, entre otras, películas tan memorables como Simón del Desierto ─que consagró a Claudio Brook─, Viridiana ─con una Silvia Pinal bella y llena de sorpresas─, y El Angel Exterminador ─con su última escena en la iglesia del Carmen de San Angel─.

El Jaibo

Cerca de los viejos estudios cinematográficos CLASA, Buñuel filmó, en 1953-54, algunas escenas de su deliciosa comedia La Ilusión Viaja en Tranvía, con Lilia Prado y Joaquín Pardavé. El conductor de uno de los tranvías y su ayudante son notificados por la empresa de que su vehículo será retirado de la circulación al otro día. En un afán por salvar del abandono a su querido instrumento de trabajo, ambos tranviarios, entrados en copas, abandonan en plena representación una candorosa pastorela navideña ─un Padre Eterno con barbas de papel, un diablo con cuernos de cartón─ en la que ellos son actores principales del reparto. Roban el vehículo y se aventuran en mil incidencias llenas de encanto. En su recorrido por toda la ciudad, el tranvía llega frente a Santa Ursula Coapa, mientras la cámara muestra el paisaje ─cielo, campo y chinampas─ del lugar.

Pedro VS “El Jaibo”

La película más importante para Tlalpan es la cinta Los Olvidados, rodada en 1950. Esa película tuvo un gran impacto mundial y ganó, en Cannes, el premio a la mejor dirección. La cinta describe un episodio trágico de la vida de los muchachos de la calle en la ciudad de México. En su estreno, el film de Buñuel fue duramente criticado, incluso por personas de la avanzada cultural de México. ¡Un español se había atrevido a “exhibir y denigrar al país”! Cuando la película fue premiada, los silbidos se volvieron loas, pues el cine de México había logrado conquistar públicos de los más exigentes del mundo.

Partes de la cinta fueron filmadas en la Escuela Granja de Tlalpan, internado para el tratamiento de enfermedades mentales leves en los muchachos, situada en los terrenos de lo que hoy es el Hospital de Neurología y Neurocirugía. Una parte de la terapia incluía el aprendizaje de actividades agrícolas por los alumnos. La siembra y el cuidado de animales se realizaban en la misma escuela o en los terrenos del antiguo Rancho de San Isidro1, donde hoy se encuentra el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Alvarez.

Pedro sale de la Escuela Granja

En la filmación, en toma breve, aparece la entrada de ladrillo de la casa Frissac, en la esquina de Moneda y Plaza de la Constitución, frente al hospital de la Floresta (hoy parque Juana de Asbaje). La escena presenta al director de la escuela (el actor Francisco Jambrina) quien, en un acto de confianza, da a Pedro, un interno huérfano del cariño de su madre (Stella Inda), cincuenta pesos para que le vaya a conseguir unos cigarros. Pedro sale del internado hacia la arbolada plaza de Tlalpan y continúa su marcha por la calle de Hidalgo, hasta Magisterio Nacional.

La cámara del fotógrafo Gabriel Figueroa enfoca allí al villano de la película, el Jaibo (Roberto Cobos), quien se acerca a Pedro como coyote rondando su presa. El Jaibo sorprende a Pedro con su presencia, lo saluda, descubre el dinero que el muchacho trae en la mano y forcejea con él hasta derribarlo y arrebatárselo. Durante el diálogo y el forcejeo, la cámara da vuelta alrededor de los dos adolescentes, con lo que retrata, de paso, todas las calles y casas de esa esquina.

Luego, a la distancia, aparece un ruidoso camión de pasajeros proveniente del rumbo de la Casa Chata. Al llegar el vehículo a Magisterio Nacional, el Jaibo, con el dinero obtenido por la fuerza, lo aborda ágilmente por la puerta trasera. El autobús continúa su avance hacia los portales de la Plaza de la Constitución.

El Solomillo I

Desde la ventanilla posterior del camión, la cámara de Figueroa capta de frente la carrera frontal de Pedro, quien trata inútilmente de dar alcance al vehículo, mientras aparecen en el ángulo visual de la lente las construcciones del colegio Hernán Cortés y los muros ─piedra y ladrillo─ del atrio de la parroquia. Al no recuperar el dinero, Pedro siente pena de regresar a la escuela y huye, con lo que su destino, la muerte, queda sellado.

La gloria de Solomillo

En Los Olvidados, actuaron algunos de los alumnos de la Escuela Granja de Tlalpan. Uno de ellos, Daniel Corona, “Solomillo”, fue un personaje muy conocido en Tlalpan, lugar donde hizo su vida desde su juventud hasta el fin de sus días. Este muchacho aparece al principio de la película, en la escena donde la palomilla imita algunas suertes de toreo.

El solomillo II

Daniel es el toro a la hora de la suerte de picar ejecutada por uno de los muchachos. Este, montado en otro, le ensarta la camisa a Solomillo por la espalda con la punta de un palo de escoba como vara. Enseguida, al grito de guerra de “¡Orale, Solomillo!”, Daniel Corona coloca ambas manos junto a su cabeza a manera de cuernos, inclina la testuz y embiste al del capote. El resto del grupo corea los oles. En cierto momento, la cámara capta de frente, en primer plano, a Solomillo quien, con un gesto divertidamente feroz, avanza, sucio el rostro, lacio el pelo sin peinar y con varios huecos en su dentadura. Casi sin decir palabra, el actorcito aparece en varias escenas más de la cinta.

Esa película fue la gran realización de Daniel Corona. Dicharachero e indomable en la vida real, hablaba de ella cada vez que se presentaba la ocasión. Nunca volvió a tener una oportunidad igual. Durante mucho tiempo vagó por Tlalpan, sobre todo por el rumbo del Mercado La Paz, donde realizaba tareas que le permitían conseguir algún dinero para comprar bebidas alcohólicas, a las que se hizo muy afecto.

Luego, el Dr. Miguel Oteiza, veterinario de Tlalpan, le ofreció alojamiento y empleo. Así dejó el alcohol. Aficionado a las bicicletas, pasaba largas horas de su tiempo en visita a su amigo don Antonio, el del negocio de renta y reparación de bicicletas de Congreso y Triunfo de la Libertad. Como en la joya italiana de la cinematografía, Ladrones de Bicicletas, a Solomillo le fue robada en la vida real una bicicleta recién adquirida, lo que fue para él una gran pérdida. Diabético, a fines de los ochenta se le amputó una pierna. La sustituyó con una de palo. Fiel y agradecido como un perro con su benefactor, Solomillo murió en 1992, víctima de la diabetes.

Una reflexión retrospectiva. No parece que a Solomillo le hubiera costado trabajo la película de Buñuel. Quizá fue la vida la que le quedó cuesta arriba. En la cinta es sorprendente su desenvoltura, tal vez porque el argumento sólo se restringía a relatar la forma de vida de su propia realidad. En otras palabras, quizá no actuó. Sólo permitió que uno de los episodios de su vida diaria fuera filmado, porque desde su infancia de abandono hasta su vida adulta Daniel Corona, “Solomillo”, fue siempre el prototipo de uno de Los Olvidados.

1 Hay una toma de la película donde, además de los campos de cultivo, se ven unas tres o cuatro casas blancas, nuevas, en lo que hoy es la calle Hidalgo, en su tramo al oriente de la Calzada de Tlalpan. Probablemente, algunas de las viviendas hoy forman parte del actual barrio del Niño Jesús.

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