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La cronista de México que habitó en Tlalpan

Mariana Yampolsky, y su arte fotográfico

 

Carlos Zugasti- Cronista de Tlalpan

Las fotografías, las fotos como las identificamos nos ofrecen una variedad sin límites de representaciones que embalsaman la vida cotidiana y los instantes detenidos en una fotografía; son sin duda una perfecta crónica para la historia social.

La fotografía es también una fase de la crónica y es una actividad central de todo ritual que solemniza cualquier acto.

Referirnos a las fotografías y a los fotógrafos nos motiva a comentar sobre Mariana Yampolsky, quien fuera una fotógrafa que hizo escuela y un estilo en nuestro país.

Cuando observamos sus fotografías nos damos cuenta de que con su arte penetró en lo mínimo para convertirlo en lo máximo. Con su labor de años, nos mostró la sencillez de la realidad del México rural. A diferencia de otros fotógrafos, Mariana supo ver a través del lente de su cámara el encanto de las etnias que retrató. Con su mirada especial logró un testimonio de la estética y grandeza del espíritu del México indígena.

Son ya varios años en los que se le recuerda con motivo de su deceso acaecido un tres de mayo, día en que se celebra el día de la Santa Cruz, y que es el día que Arquitectos, ingenieros albañiles y constructores lo celebran con una fiesta, es además una fiesta que se observa en los sembradíos, en las milpas y caseríos en donde se colocan cruces adornadas que marcan los senderos y los destinos de todo un México.

Ella murió en un día de fiesta y seguramente lo apreció; ese día su compañero y pareja acompañado por pocos dolientes la despidieron solemnemente mientras que en el paisaje tlalpense estallaban los cohetes anunciando los festejos de una fiesta tradicional de los albañiles.

Mariana falleció a la edad de setenta y siete años, era originaria de Estados Unidos de Norteamérica y a su vez ella fue hija de padres inmigrantes que llegaron a México en el año de 1944 procedente de Chicago, Illinois. En su periodo de formación se inició en el Taller de Gráfica Popular, en el que aprendió las técnicas del grabado, que combinó con el dibujo y la pintura y comparte su estadía en esa época en la Escuela de Pintura La Esmeralda.

En el Taller de Gráfica a Popular, Hannes Mayer, le pide que retratara a los miembros del propio taller para la ilustración de un libro.

Para hacerlo ella fotografió a sus compañeros de taller, sin sospechar que se enamoraría de una disciplina artística que jamás dejaría.

A partir de entonces, ella fotografía y se especializa temáticamente y descubre el México mágico, al México bello y digno. Con su labor reivindica el Arte en México y se dedica por completo a conocer nuestro país, a ver ese mundo, lo fotografía, lo recorre y se dedica a dialogar con la gente que conoce; su conocimiento tanto de la arquitectura rural y con las fotos que obtiene crea “La Casa que canta”, un libro de imágenes que se convierte en un icono en el que abrevan los estudiantes de ingeniería, arquitectura y estudios de la étnica de los pueblos mexicanos.

Escribe e ilustra La casa en la tierra, Las estancias del olvido, Las Haciendas Poblanas, La Raíz y el camino y logra convertir en poesía sus imágenes en La mujer mazahua, y el Camino Mazahua. En su trayectoria no tan solo se ocupa de su propio arte sino que enmarca los trabajos de Pablo O Higgins, de Romualdo García, de Edward James colabora con Leopoldo Méndez.

Ella ilustra los libros de Arte del Fondo Editorial de la Plástica Mexicana: José Guadalupe Posada, lo Efímero y eterno del arte popular mexicano y Diego Rivera. Los frescos en la Secretaría de Educación Pública.

Participó como fotógrafa y escritora en más de cuarenta libros. *

A los jóvenes Mariana les decía: No saques fotos apresuradamente, nada de prisa…las fotos se sacan despacito. Analicen lo que van a fotografiar y luego en su momento la decisión y así surge la foto, esa que surge del cerebro y del corazón, porque para sacar una buena foto se necesita amor. Para ser fotógrafo se tiene que saber amar, amar la calle, la casa, el camino, el pueblo, el mercado, la gente y sus viviendas, ese amor con pasión es lo único que permanece.

Mariana nació en otro lugar pero escogió a Tlalpan para vivir.

Cuando yo salía de viaje, me decía a mí misma: No te muevas México, que te voy a retratar.

Vivió en la Calle de San Marcos, muy cerca del panteón Veinte de Noviembre, y cuando no viajaba le agradaba caminar hasta el mercado La Paz…en el trayecto iba viendo las puertas y ventanas de la calle de Congreso, que le gustaban por su arquitectura.

Su casa hoy olvidada, era en su momento la Casa que canta, allí recibía a sus amigos los pintores, a Lauro López a Julia López, a Nicolás Moreno; la visitaban editores, los cineastas y los amigos… en su casona o en su estudio había charlas y plática amena… nos mostraba sus fotos consentidas, que eran historias de gentes que había conocido en sus viajes, nos susurraba historias, nos refería de fiestas y recuerdos y más recuerdos.

En sus fotografías de indígenas rescató de ellos la dignidad, nunca la pobreza extrema, y mencionaba que las fotos en familia ofrecían la posibilidad de escribir historias alternativas que permitían relatar la otra mitad de la historia…esa que está oculta detrás de la cámara.

Muchas veces vi a Mariana en la casa antigua del Gnomo, junto a Lauro López, y su ayudante Raúl Lucero, y recuerdo gratamente cuando conoció a un joven arquitecto de origen francés, quien me pidió que le ayudara a promover su hotel, que era la labor que yo hacía en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo.

Para iniciar la promoción se escogió el nombre para el hotel, que se llama La casa que canta, situado en una de las mejores playas de Zihuatanejo, Guerrero.

Se identificó con nuestro país, con su gente, con su cultura; todo ese mundo que conoció lo atrapó y conservó para siempre en la fotografía para reconocernos en esas imágenes, en esos espacios, en sus casas y en sus fiestas.

Es por ello que al final de sus días decidió que su acervo fotográfico permaneciera en México.

Arjen Van der Sluis Posthuma †, su pareja y viudo de Yampolsky, fue quien participó para concretar la donación de grabados, libros, negativos y fotografías que integraban la Fundación Mariana Yampolsky, que preside la escritora Elena Poniatowska.

La Universidad Iberoamericana Ciudad de México recibió el acervo de Mariana, mismo que se encuentra en un espacio que indudablemente nutrirá las inquietudes y curiosidades de jóvenes, maestros, investigadores y especialistas, quienes tendrán acceso para conocer las fotografías y los materiales de Mariana Yampolsky.

La señora Yamposky falleció el 3 de mayo de 2002 a los setenta y seis años de edad.

Como un testimonio de su vivencia en la Calle de San Marcos, varios integrantes del Fideicomiso Tlalpan, que presidia en ese momento el Ing. Juan Manuel Lomelí, colocaron una placa alusiva, sobre la fachada de su casa, a manera de reconocimiento por su labor como cronista mediante sus fotografías.

Siempre fue generosa no solo con su arte, sino también por la actitud de entregarse por completo en todo lo que hacía.

En el aniversario de su fallecimiento la recordamos cuando vemos sus fotografías, añorando su vehemencia y presencia.

  • Para ver con más detalle los títulos de los libros en que participó consultar

el boletín número 4, que emitió la Biblioteca de las Artes, del CENART.

www.bibliotecadelasartes.cenart.gob.mx

MARIANA YAMPOLSKY

 
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