Equidad y género
Diversidad Sexual

Una historia de vida y lucha en los Pedregales del sur de la Ciudad de México.

(Primera parte)

En memoria de Paz, mi entrañable abuela,
quien a través de sus ojos me
enseñó a amar al barrio.(1930-2020)

Paola Montejano

memorias de una paz

E

ntre cuevas, cerros de tierra cual piloncillos, víboras de cascabel cacomixtles, cincuates, coloridas lagartijas de collar, ardillas, tlacuaches y enormes bloques de piedra volcánica que el Xitle dejó a su paso hace aproximadamente dos mil años atrás, al sur de la Ciudad de México nacieron los Pedregales, conocidos por su terreno pedregoso y deshabitado, lleno de maleza, sin caminos trazados por los cuales andar, y donde solían esconderse bandidos de la talla del Tigre del Pedregal durante la época Post Revolucionaria. Y, que en la actualidad, se ha conformado como un lugar lleno de lucha, resistencia y memoria.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la zona de los Pedregales que actualmente corresponde a una parte de las Alcaldías Álvaro Obregón, Tlalpan y Coyoacán, se comenzó a poblar tras la llegada de los primeros migrantes que venían de distintas partes de la República mexicana como Michoacán, Hidalgo, Veracruz, Oaxaca, Guanajuato, Guerrero y de la propia Ciudad de México, en busca de un hogar y de mejores condiciones de vida. Algunos se enteraron por casualidad y otros a través de voces de conocidos, quienes decían que al Sur de la Ciudad de México existía la posibilidad de conseguir un pedacito de tierra a precios accesibles. Para muchos, esto representó una gran oportunidad porque la mayoría de la gente que llegó no tenía un hogar propio y andaban en busca de un patrimonio para poder darles un mejor futuro a sus hijos. Para otros, resultaba una locura pensar que los Pedregales pudieran ser habitables, dadas sus condiciones geográficas.

Las personas que optaron por conseguir un terreno a pesar de la naturaleza de la zona y de los obstáculos que esta representó., pasaron días, tardes y noches de trabajo arduo que parecían interminables. Y es ahí donde comenzó la lucha de los Pedregales, y para las mujeres de la zona, significó una doble lucha.Algunas mujeres llegaron a la zona con su familia, otras llegaron solas pero con grandes sueños y esperanzas de forjar un hogar propio. A partir de que se comenzaron a conformar las primeras colonias de la zona, las mujeres tuvieron que incidir desde el inicio, no sólo en el ámbito familiar y de lo privado, sino que, debido a las necesidades a las que se enfrentaron al llegar a los Pedregales, tuvieron que trascender a los espacios comunitarios y públicos porque la mayoría de los hombres tenían que salir a trabajar para el sustento de sus hogares, mientras que las mujeres salían a defender y a ocuparse de las necesidades de su comunidad, para garantizar la permanencia y la estabilidad de sus familias.

Fotografía recuperada de Exposición sobre el Aniversario de La colonia Isidro Fabela,2018.

María de la Paz Figueroa Martínez fue una de aquellas mujeres que representó la lucha en los Pedregales de la Ciudad de México. María de la Paz, también conocida como doña Paz, o Pazita, nació en 1930 en Villa Jiménez, Michoacán tierra en donde creció y vivió durante su infancia, adolescencia y parte de su adultez. Fue hasta finales de la década de los cincuenta que se vio en la necesidad de viajar a la capital, debido a que su madre padecía un cáncer de útero severo que requería ser tratado por especialistas. Paz y su madre, María del Pilar., pasaron viajando meses enteros con la esperanza de que los médicos la salvaran de su enfermedad.

Cada vez que viajaban a la Ciudad, se hospedaban en el hotel San Luis, ubicado en la colonia Santa Julia, fue ahí, donde Paz conoció a Simitrio, un hombre hidalguense que trabajaba como camarero en el hotel y que había llegado a la Capital pocos años atrás en busca de un mejor futuro. Al poco tiempo, se hicieron amigos puesto que María de la Paz y su madre no tenían conocidos en la Ciudad y de alguna forma, Simitrio aprovechaba para platicar con ellas en el tiempo que pasaban instaladas en el hotel, él les contaba todo lo que había vivido en su pueblo y cómo es que había llegado a la Ciudad, a veces les daba consejos para moverse mejor entre las calles y de las mañas que algunos patrones solían tener para no pagarle a la gente de provincia que venía a la Ciudad en busca de trabajo. Después de largos meses de trasladarse de Michoacán a la Capital y viceversa, y de la lucha incansable de María del Pilar contra el cáncer., finalmente su enfermedad la fulminó.

Tras la muerte de su madre, María Paz, inconsolable, una noche en el hotel, se encontró en los pasillos con Simitrio y tuvieron una charla larga y profunda, de esas que son decisivas para la vida. María Paz le expresó a Simitrio que se sentía sola, devastada y confundida, no sabía qué hacer con su vida, pues la única razón que la unía a Villa Jiménez era su madre porque sus abuelos ya habían muerto varios años atrás y sus hermanos estaban haciendo sus vidas, no sabía sí regresaría a su pueblo porque además de que ya no había nada que la atara a regresar, sabía que allá sería más difícil encontrar trabajo.

A pesar de que llevaban poco tiempo de conocerse, entre María Paz y Simitrio nació una gran confianza, los dos se sentían identificados porque sus historias de vida eran semejantes, ya que ambos habían perdido a sus padres y estaban solos en una Ciudad que les prometía un mejor futuro. En el fondo, Simitrio sentía un gran cariño por Paz y sabía que sí no se lo decía en ese mismo instante, ya no habría otra oportunidad para hacerlo porque ella pensaba marcharse de ese hotel al día siguiente. Aquella noche, él le propuso que se fueran a vivir juntos y comenzaran una nueva vida en la Ciudad, ella estaba muy confundida y pensaba que era muy pronto para tomar esa decisión, pero por otra parte Simitrio representaba un gran apoyo para ella.

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