Pero también, fueron muchos los retos y dificultades a las que María Paz y todos los habitantes de los Pedregales se enfrentaron, porque una vez iniciado el proceso de la gestión de terrenos y de picar piedra para abrir los caminos, la lucha continuaba con la gestión de los servicios públicos como el agua, el drenaje, la luz, la pavimentación, el transporte, el alumbrado público, los servicios médicos, la edificación de la escuelas, el mercados, la iglesias, entre otros.
Al ver que en la colonia no había comercio, Pazita y Simitrio se dedicaron a la venta de frutas, verduras y legumbres para proveer a las familias de la zona. Todas las tardes después de levantar el puesto que tenían en la calle, se dirigían a la Merced a surtirse para las ventas del día siguiente. En aquella época se trasladaban en el tranvía que recorría desde el Centro de Tlalpan hasta la Glorieta de Peralvillo. Quien iba a imaginar, que desde los primeros años en los que se conformó la colonia, el comercio se convertiría en un elemento fuerte y representativo de lo que hoy se conoce como La Carrasco. Poco a poco fueron apareciendo más comerciantes, vendiendo semillas, frutas, instalando molinos, venta de carne y las y los vecinos dejaron de trasladarse a otras colonias y comenzaron a abastecerse en el propio barrio.
Entre los años setentas y ochentas, se obtuvieron muchos logros, pues, la comunidad se fue organizando para la edificación de la Iglesia de Santa María de Guadalupe, un sitio que hasta la actualidad es parte importante de la zona y la cual, se logró construir, gracias a la donación de piedra volcánica de las y los vecinos. Se estableció la lechería, se instaló la primera ruta de camiones, antiguamente conocidos como delfines, se construyó la primaria General Felipe
Ángeles, se fortaleció el comercio local, se construyó el Mercado público Isidro Fabela y se regularizó la tenencia de los predios.
En aquella época, María de la Paz había logrado cosechar sus frutos, tenía su casita de cemento, continuaba con su puesto de frutas, verduras y legumbres, el cual había crecido bastante, se dedicaba a las tareas del hogar y se encargaba de la educación de sus hijos, junto a Simitrio, quien decidió retomar aquel oficio que había aprendido durante su adolescencia., la herrería.
Y así transcurrieron los años y las décadas, mientras María de la Paz y las los primeros habitantes que llegaron a habitar la zona de Los Pedregales fueron dejando a nuestro paso, grandes frutos y enseñanzas de amor y lucha y resistencia, mismas que a través de las memorias de Paz, hoy retrato, demostrando que, “fuerte como las piedras”, son las mujeres del Pedregal.
Fotografías del Acervo de la familia García Figueroa.